Te amo, te amo más que a todo, más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos, más que a la plegaria de la mañana, más que a la paz, más que nuestros alimentos. Te amo más que al amor, o que a la alegría, o a la vida entera. Te amo más que a Dios.
A los santos no se les juzga, se les venera. Ésto dice Octavio Paz refiriéndose a Gandhi y sus contradicciones. «Por algo lo harán», parece decir. No debe ser nada fácil ser santo, deduzco… Mejor, lo afirmo. Lee el resto de esta entrada »
Complejo presentimiento, figura de espaldas con camiseta amarilla (1928-32), Kasimir Malevich
Nadie sabe bien porque ocurren las cosas en el mundo. Hay gente que es capaz de predecir cambios pero nunca concreta de qué tratarán esas variaciones. Hay personas soñadoras, visionarias, que palpan el futuro con las yemas de sus dedos pero que jamás logran comunicárnoslo a los demás de manera que lo entendamos bien. Hay personajes que de un texto que escriben son capaces de sacarle diecisiete formas de verlo; son aquellos que piensan que siempre tienen razón. No son ambiguos, son farsantes.
Hace un mes, más o menos, robaron los espejos (uno cóncavo y otro convexo) del Callejón del Gato, por los que Ramón de Valle-Inclán vio la tragedia de España transformada en esperpento a través de los ojos de Max Estrella. Ya sabréis que estoy hablando de «Luces de Bohemia» (1920), probablemente la obra de teatro que defina mejor un país en su contexto.
«La Soga» (1948), la película de Alfred Hitchcock basada en la obra teatral de Patrick Hamilton, narra el estrangulamiento de un inocente a manos de dos personajes que, sobre todo uno, quieren llegar a ser el «superhombre» de Nietzsche: crear sus propios valores y dejar las leyes que los hombres han fabricado para los mediocres. La película es un alarde técnico inmenso (está rodada en dos secuencias únicamente), con unos diálogos fabulosos y un suspense del que ya no se hace. Pero creo que Nietzsche sale bastante mal parado, injustamente, como durante casi todo el S. XX, sobre todo a raíz de la equivalencia que hemos otorgado a sus escritos con la ideología nazi.
Resulta que en tiempos de caballeros andantes existía la tradición de trasladar al muerto en combate a su tierra y allí hacer unos funerales por todo lo alto. Además, todo caballero andante que se cruzara por su camino a un grupo de gentes trasladando un cuerpo tenía la obligación de enterarse quién lo había matado y vengar su muerte.
Esto le ocurre a don Quijote, andando en busca de aventuras se encuentra con el traslado de un muerto. Loco de alegría por encontrar por fin una misión que le asiente como caballero pregunta por el suceso:
«-¿Y quién le mató? -preguntó don Quijote.
-Dios, por medio de unas calenturas pestilentes que le dieron- respondió el bachiller.
-Desa suerte -dijo don Quijote-, quitado me ha Nuestro Señor del trabajo que había de tomar en vengar su muerte (…) habiéndole muerto quien le mató, no hay sino callar y encoger los hombros…» (IParte, Cap. XIX)Lee el resto de esta entrada »
A no ser que uno diga adiós a aquello a lo que ama, a no ser que uno viaje a territorios vírgenes, tendrá que esperar simplemente un desgaste largo. Una eventual extinción.
¿Alguien se ha preguntado esto alguna vez? No vale contestar a lo Béquer «poesía eres tú» o, como dice Goytisolo «poesía soy yo»:
SIMONETTA VESPUCCISimonetta,
por tu delicadeza
la tarde se hace lágrima,
funeral oración,
música detenida.
Simonetta Vespucci,
tienes el alma frágil
de virgen o de amante.
Ya Judith despeinada
o Venus húmeda
tienes el alma fina del mimbre
y la asustada inocencia
del soto de olivos.
Simonetta Vespucci,
por tus dos ojos verdes
Sandro Boticelli
te ha sacado del mar,
y por tus trenzas largas,
y por tus largos muslos,
Simonetta Vespucci
que has nacido en FlorenciaAntonio Colinas, Sepulcro en Tarquinia Lee el resto de esta entrada »
Hablemos de Dante, de canciones y de trovadores. Hablemos de Bernart de Ventadorn y su aparición estelar en la «Divina Comedia»:
Como la alondra que en el aire se cierne cantando, y después calla, contenta de la última melodía que le satisface, tal me pareció el águila, satisfecha por haber cumplido con la eterna voluntad por la que todas las cosas son lo que son: y aún cuando hiciese yo visible mis dudas, como el vidrio manifiesta por su transparencia el color de que se ha revestido su superficie, esas mismas dudas no me permitieron esperar en silencio su respuesta, sino que con su fuerza hicieron salir de mi boca estas palabras: «¿Qué cosas son esas?»…