«Yo solo tengo unas cuantas certezas. Sé que es mejor amar que odiar, la justicia que la injusticia, la verdad que la mentira, aunque la literatura es una gran mentira pero bien contada…»
Es un fragmento de un libro (bastante regular) de Elena Ponitaowska, La piel del cielo. Resulta que últimamente me ha dado por reflexionar qué es la Cultura en sí, globalmente. Qué es el arte, qué la música, qué la literatura, para qué un pintor, y un novelista, y un poeta. Y no digamos ya Lee el resto de esta entrada »
Me pregunto si el director del Hotel Masaccio, en Florencia, tendrá idea de qué nombre ha dado a su establecimiento. Conozco de igual manera varios bares llamados Unamuno y solamente observo suciedad en la barra y muchas colillas en el suelo. También creo saber que estos nombres no atraen por llamarse así o asá: no tienen ese encanto los nombres. Aún.
Masaccio vivió 27 años y pasó gran parte de ese tiempo entre muros sin imprimación de iglesias hechas según el estilo de ese momento. Masaccio es esencia viva de la cultura renacentista, es la esencia viva de Florencia; una ciudad que parece joven y que lucha por no pudrirse.
Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dio unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella…
Con 53 años moría en San Petersburgo el compositor ruso Tchaikovsky. Su última obra, según cuentan los entendidos, era un claro reflejo de su estado permanente de depresión. El nombre: «Patética» (1893). Walt Disney, con buen criterio, prefirió para la obra maestra de «Fantasía» (1940) una parte del «Cascanueces». Por algo sería.