Fernando Merlo era un poeta andaluz que apareció muerto detrás de la barra de su propio bar con una jeringuilla en la mano. Ni siquiera tenía 30 años. Drogadicto confeso dejó muestra de cierta lucidez dentro del vacío que conlleva un combate ya perdido. Como muestra este poema encontrado por unos amigos suyos poco antes de morir:
A mis venas
Estos cauces que ves amoratados
y de amarillo cieno revestidos,
eran la flor azul de los sentidos,
que hoy descubre sus pétalos ajados.
Besos verdes de aguja en todos lados
hieren la trabazón de los tejidos
y denuncian los brazos resentidos,
la enigmática piel de los drogados.
Las que llevaban vida y alimento
son tibias cobras de veneno breve,
blanco caballo con la sien de nieve.
Trotando corazón y sentimiento
que por las aguas de la sangre vierte
con rápido caudal la lenta muerte.
El gusto que deja el poema Lee el resto de esta entrada »